Recientemente
en Chile se discute la decisión del Ministerio de Energía de suspender el
cambio de hora y mantener el horario de verano durante todo el año con el fin
de ahorrar energía y mejorar la calidad de vida de los chilenos, esta medida se
mantenía desde el año 1968 denominada “hora económica” y se creó justamente con
el fin de ahorrar energía en el país. Sin embargo, hoy en día, si bien se
valora el hecho de no tener que ajustar dos veces por cada año los relojes y
tener jornadas donde se duerme más o se duerme menos, un grupo significativo de
chilenos critican el sistema de horario vigente.
La
Universidad del Desarrollo publicó en su página web el resultado de una
encuesta realizada a 502 personas en la Región Metropolitana durante junio de 2015 donde se constata que
un 63% de los encuestados no está de acuerdo con el horario de invierno actual,
sintiéndose más somnolientas en las mañanas y más inseguro de salir de la casa
en la hora del día debido a la penumbra matutina que dura hasta aproximadamente
las 9:00 de la mañana. Tal vez el tamaño muestral de este estudio y el hecho
que solo se desarrolle en la Región Metropolitana es un indicador de una baja
representatividad del país, sin embargo, las opiniones manifestadas por estos
ciudadanos coinciden con otros estudios internacionales.
Existe
evidencia de que la falta de luz y los cambios estacionales afectan el estado
anímico de las personas. Esto se explica porque la oscuridad se relaciona con
el aumento de melatonina (la hormona del sueño) y una disminución de la
serotonina (neurotransmisor cerebral asociado
a los estados de ánimo), provocando que
en las épocas de invierno y la oscuridad relacionada a este período del año se
pueda asociar a mayor presencia de un estado somnoliento o de bajo ánimo que
relacionado con el contexto social y cultural donde vive la persona y
condiciones personales de cada individuo podrían gatillar una alteración
emocional. Por otro lado, otros estudios realizados en países nórdicos,
evidencia que uno de los factores asociados a estados depresivos y suicidios
estarían vinculados a las escasas horas de luz en la época de invierno y la
neblina, entre otras variables
culturales asociadas. Un conocido estudio realizado en ratas, publicado por la
revista Nature (LeGates et al., 2012), demostró que la exposición
a cantidades menores de luz provocan mayores estados depresivos y dificultades
de aprendizaje.
Pero
terminar con el cambio de horas también se justifica y se ve como positivo
sobre todo cuando se elimina el procedimiento de adelantar relojes a medianoche
y en consecuencia dormir una hora menos,
como ocurría durante el traspaso de cambio de horario de invierno a verano.
Según Walker (2007) y Van der Helm et al.
(2011) de la UC Berkeley, tener menos horas de sueño altera la capacidad de
respuesta de las áreas pre-frontales de nuestro cerebro y provoca alteraciones
emocionales generando una mayor probabilidad de presentar comportamientos irracionales . Otros estudios
demuestran que la falta de sueño se relaciona con dificultades de aprendizaje y
disminución en las capacidades atencionales y de memoria de trabajo (Ellenbogen
et al, 2006), alteración en el estado
de ánimo, riesgo de accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardiovasculares
(Cappucio, 2011), obesidad (Knutson, 2012), desarrollo de diabetes (American
Academy of Sleep Medicine, 2013) entre otros efectos adversos en la salud.
La
evidencia sobre los efectos en la salud mental de la población se concentra
principalmente en los cambios del ritmo de sueño-vigilia (ciclo circadiano),
sin embargo, si revisamos el fundamento de la reciente medida del Ministerio de
Energía se concentra en el ahorro de energía. Ya existen escuelas de las zonas
centro-sur de Chile que están tomando la medida de retrasar el inicio de
jornada de clases a las 8:30 o 9:00 de la mañana derivando en la dificultad de
que los estudiantes regresarán más tarde a sus hogares, y en horarios
descontinuados a la jornada laboral de sus padres. Se observa que la decisión
de este cambio ha afectado principalmente a los ciudadanos de las zonas
centrales y sur, teniendo presente que existen lugares como la Región de
Magallanes que desde hace años conviven con el cambio de horario nacional con
aproximadamente 4 horas de día durante el período de invierno, y no reportan
mayores complicaciones en sus estados de salud.
Por lo tanto, este es un tema que debe ser
discutido con expertos de todas las áreas y revisar no solo elementos
astrofísicos o energéticos, si no también áreas vinculadas a la salud de la
población, sociología, psicología y educación. Debemos tener presente que la
evidencia nace de la opinión de la gente que vive por primera vez estos cambios
y que en estos momentos están en un ajuste de adaptación tanto biológico como
socio-cultural y una medida que afecte a este nivel su vida cotidiana no se
debe imponer de un momento a otro sin su opinión y experiencia.
María Teresa Muñoz Q.
Publicado en Diario El Centro, domingo 12 de julio de 2015.